Por qué los alimentos ultraprocesados son tan adictivos y cómo podemos comer menos de ellos
Por qué los alimentos ultraprocesados son tan adictivos y consejos para consumir menos cantidad
¿Qué son los alimentos ultraprocesados?¿Por qué son adictivos?Posibles solucionesPericia expertaLa conclusiónSanti Nuñez
Los alimentos ultraprocesados son tan adictivos como ciertas drogas, y es hora de denunciar los peligros que representan para la salud pública. Esa es la firme postura que han tomado científicos y médicos en un análisis detallado publicado recientemente en el British Medical Journal (BMJ).
A la luz de este informe, nos preguntamos qué hace exactamente tan difícil dejar de comer los alimentos procesados que inundan los pasillos de los supermercados en todo el mundo. Así que reclutamos a un médico internista y a un nutricionista para ayudarnos a analizar este nuevo análisis, su importancia y lo que podría significar para el futuro de la alimentación.
Conoce a los expertos:
- Anant Vinjamoori, M.D.: Médico internista certificado por Harvard y Director Médico de Modern Age.
- Jessica Shapiro, MS RD CDN CDCES: Educadora certificada en diabetes, dietista registrada y Gerente Asociada de Bienestar y Nutrición en el Centro Médico Montefiore en la ciudad de Nueva York.
¿Qué son los alimentos ultraprocesados?
Hay muchos alimentos que se procesan antes de ser consumidos: pueden ser congelados, asados, condimentados y más. Pero, ¿qué significa exactamente “alimento ultraprocesado”?
“Los alimentos ultraprocesados (AUP) pueden estar cargados de ingredientes, muchos de los cuales son azúcar, sal, grasa y otras sustancias derivadas o extraídas de alimentos reales (piensa en ‘hechos en el laboratorio’) y/o aditivos como colorantes artificiales, sabores y conservantes”, explica Shapiro.
Vinjamoori agrega que los alimentos ultraprocesados carecen de los nutrientes esenciales que necesitamos para mantener una salud óptima (como proteínas, fibra, etc.). Por eso, consumir más alimentos ultraprocesados que alimentos enteros o mínimamente procesados puede representar un riesgo para la salud en general.
“Los alimentos ultraprocesados también son pobres en nutrientes, lo que significa que carecen de vitaminas, minerales y otros compuestos beneficiosos esenciales, y consumir consistentemente estos alimentos puede llevar a deficiencias nutricionales e inflamación, acortar la esperanza de vida y provocar obesidad y diversas enfermedades”, afirma Vinjamoori.
Este nivel de procesamiento se usa a menudo para aumentar las ventas del producto y preservar su vida útil, así como para reducir el costo de producción. Según el análisis del BMJ, la adicción a estos alimentos se ha vuelto tan común como la adicción a otras sustancias legales como el alcohol y el tabaco.
“Un análisis reciente de dos revisiones sistemáticas que incluyeron 281 estudios de 36 países diferentes encontró que la prevalencia general combinada de adicción a los alimentos utilizando [la Escala de Adicción Alimentaria de Yale] fue del 14% en adultos y del 12% en niños”, afirman los autores. Esta prevalencia es bastante similar a los niveles de adicción observados en adultos para otras sustancias legales (con un 14% para el alcohol y un 18% para el tabaco), pero el nivel de adicción implícita en los niños es sin precedentes, señalan.
En el análisis completo, los autores profundizan en las implicancias para la salud y la longevidad de esta adicción, incluidas tasas más altas de enfermedades crónicas, problemas de salud mental y cognitiva y peores resultados del tratamiento.
¿Qué los hace tan adictivos?
Los alimentos ultraprocesados no son adictivos solo porque tienen buen sabor: su estructura impacta directamente en los centros de recompensa del cerebro.
El contenido alto en carbohidratos y grasas en muchos alimentos ultraprocesados (UPFs) tiene un impacto directo en las vías de dopamina del cerebro, las cuales desempeñan un papel en la recompensa y la motivación.
El análisis del BMJ incluso señala que el aumento de dopamina es tan alto que es comparable con el aumento observado en sustancias adictivas como la nicotina y el alcohol.
Esto no es una mera analogía, es un reconocimiento del impacto real y tangible que estos alimentos pueden tener en nuestra neurobiología.
Anant Vinjamoori, M.D.
Además, los UPFs pueden proporcionar carbohidratos y grasas al cerebro muy rápidamente, contribuyendo aún más a su potencial adictivo. Cuanto más rápido una sustancia pueda llegar al cerebro, más adictiva puede ser. “Esta es la justificación detrás de las terapias de sustitución y por qué un cigarrillo, que entrega rápidamente nicotina al cerebro, es más adictivo que un parche transdérmico de nicotina de liberación lenta”, explican los autores del análisis.
“Esto no es una mera analogía, es un reconocimiento del impacto real y tangible que estos alimentos pueden tener en nuestra neurobiología”, señala Vinjamoori.
Destaca que tenemos evidencia más que suficiente sobre los riesgos para la salud de los alimentos ultraprocesados como para justificar un cambio importante.
Lo que proponen los científicos
En cuanto a lo que podemos hacer para reducir el riesgo de adicción a los alimentos ultraprocesados, el análisis incluye cuatro recomendaciones tangibles:
- Impuestos sobre los alimentos ultraprocesados (UPF) y las bebidas: Para esta sugerencia, los investigadores se basan en la evidencia de impuestos relacionados con los alimentos que se han implementado previamente, como el impuesto a las bebidas azucaradas que han adoptado 103 países. La evidencia preliminar también ha relacionado estos impuestos con reducciones en el índice de masa corporal entre las adolescentes en México y disminuciones en caries dentales entre personas de bajos ingresos en una gran ciudad de Estados Unidos, afirma el informe del BMJ, lo que implica que un impuesto sobre los UPFs podría ayudar a reducir el consumo y, por lo tanto, reducir las preocupaciones relacionadas con la salud que los UPFs generan en el cuerpo.
- Etiquetas en los alimentos ultraprocesados: En más de 20 países, incluida Argentina, ahora se requiere agregar etiquetas a algunos alimentos ultraprocesados altos en sodio, azúcar, grasas y calorías. Los investigadores señalan que los esquemas de etiquetado como estos podrían facilitar a los consumidores tomar decisiones saludables en la tienda.
- Reformulación obligatoria o voluntaria del suministro de alimentos: Algunos programas han animado a las empresas de alimentos a hacer que sus productos sean menos salados o grasos, y han obtenido resultados prometedores. Por ejemplo, el plan voluntario de reducción de sal del Reino Unido llevó a una reducción del 15% en la ingesta de sodio y a una reducción del 42% y 40% en la mortalidad por accidentes cerebrovasculares y enfermedad cardíaca isquémica durante ocho años. La prohibición de las grasas trans en los restaurantes de la ciudad de Nueva York se ha asociado con una disminución del 4,5% en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares desde 2008. “Además, la implementación de estándares de nutrición más saludables en las escuelas de Estados Unidos se asoció con reducciones en el índice de masa corporal entre los jóvenes“, señalan los autores. Esto es una fuerte evidencia de que los cambios en el suministro de alimentos pueden tener un efecto positivo en la salud pública.
- Un conjunto de políticas dirigidas a los UPFs: Por último, los autores señalan la necesidad de un enfoque multidimensional en las políticas de alimentos ultraprocesados. “Ninguna política alimentaria por sí sola transformará los entornos de comida insalubres. Países como Chile y México han implementado un conjunto de políticas de alimentación saludable, que incluyen impuestos, etiquetas de nutrición y regulaciones de marketing en UPFs”, señalan. Este enfoque conjunto ha llevado a una disminución significativa en la venta de alimentos y bebidas altamente procesados en algunos países.
Lo que piensan los expertos sobre la nueva propuesta
Como dice el dicho popular, las acciones hablan más que las palabras, y este análisis solo puede considerarse un éxito si inspira acción. Dicho esto, podrían surgir muchos cambios positivos a partir de esta recomendación si se lleva a cabo.
“Si la ‘adicción a la comida’ se convierte en un diagnóstico oficial, es probable que haya más oportunidades de investigación sobre el tema”, dice Shapiro, y agrega: “Esto también podría mejorar la cobertura del seguro y brindar más acceso a apoyo profesional para aquellos que buscan ayuda”. Por otro lado, ella dice que existe un estigma asociado con estar ‘adicto’ a una sustancia, incluso si es comida, por lo que también tendríamos que cambiar la manera en que hablamos sobre la adicción como sociedad.
“A medida que seguimos descubriendo los mecanismos que vinculan los alimentos ultraprocesados con posibles comportamientos adictivos, hay una clara responsabilidad social en juego”, agrega Vinjamoori. “No solo necesitamos comunicar de manera transparente estos hallazgos al público en general, sino que también debemos abogar por políticas de protección. Además, es imperativo que desarrollemos recursos clínicos y herramientas diseñadas específicamente para abordar la adicción a la comida”.
Finalmente, hay otro obstáculo significativo que superar antes de que las dietas menos procesadas se vuelvan populares: las desigualdades económicas y geográficas en el sistema alimentario.
Presentar los alimentos ultraprocesados como adictivos puede ser un paso en la dirección correcta para fomentar un cambio sistémico en la industria alimentaria y ejercer presión para que la atención médica y el seguro de salud se tomen más en serio la nutrición, lo cual es genial. Sin embargo, hasta que los alimentos naturales y mínimamente procesados sean más asequibles y accesibles que los alimentos ultraprocesados, siempre habrá una capa de desigualdad arraigada en el acceso a los alimentos y las elecciones de nutrición.
La conclusión
Recientemente, los científicos de la nutrición publicaron un análisis de datos en el British Medical Journal sugiriendo señalar la naturaleza adictiva de los alimentos ultraprocesados (UPF) y abogar por un cambio en la industria alimentaria, fomentando la regulación gubernamental y la educación pública.
Los datos muestran que los UPF afectan los receptores de dopamina en el cerebro de manera similar (y en el mismo grado) que las sustancias adictivas como la nicotina y el alcohol, en parte debido a su relación entre carbohidratos y grasa. Estos alimentos también carecen de los nutrientes que el cuerpo humano necesita para funcionar correctamente, lo cual es otra razón por la que los expertos se preocupan por el consumo masivo de UPF en Estados Unidos.
El camino para limitar los impactos negativos en la salud pública de los UPF es largo, complejo y multifacético, pero esperemos que este análisis del BMJ sirva como punto de partida para aumentar la conciencia y la acción. A lo largo de este proceso, será esencial que aquellos que abogan por el cambio reconozcan las disparidades económicas de los alimentos.
Las recomendaciones proporcionadas en el análisis nos dan una visión de un mundo en el que el acceso a alimentos enteros y ricos en nutrientes sea un derecho humano, y eso definitivamente es algo por lo que vale la pena trabajar.