Soy una experta en relaciones y estos son mis principales consejos para evitar que las discusiones se salgan de control.

Como experta en relaciones, comparto mis principales consejos para evitar que las discusiones se salgan de control.

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Si la comunicación abierta y honesta es necesaria para una relación saludable, entonces también lo es la capacidad de sentarse y escuchar cuando la pareja plantea un problema. Como terapeuta matrimonial, las personas a menudo acuden a mí porque piensan que necesitan trabajar en la primera parte, cuando a menudo encuentro que es la última con la que luchan.

Para muchos de nosotros, cuando nuestra pareja nos presenta una queja o sentimiento de decepción relacionado con nosotros, la reacción inmediata es tratar de defender nuestra posición, explicar nuestro punto de vista y evitar culparnos, una reacción conocida como defensividad.

Esa defensividad a menudo convierte un problema pequeño que podría haberse resuelto fácilmente en una pelea a gran escala. La mayoría de nosotros sabemos lo frustrante que es lidiar con una pareja que se pone a la defensiva por algo que no significa un ataque, o peor aún, alguien que se defiende de algo por lo que debería asumir responsabilidad.

Todos somos culpables de comportamiento defensivo de vez en cuando, por lo que vale la pena dirigir una mirada reflexiva hacia nosotros mismos en medio del conflicto para asegurarnos de tomar medidas para mitigar nuestra propia defensividad. Aquí te mostramos cómo hacerlo.

Cómo evitar ponerte a la defensiva

Comprende qué causa la defensividad

La defensividad surge de escuchar un comentario de otra persona e interpretarlo como un ataque (independientemente de si realmente lo es). Cuando te sientes atacado, tu cuerpo se inunda de sustancias químicas de advertencia que activan tu respuesta de lucha o huida. Una vez que estas sustancias químicas están presentes, solo puedes comprender una fracción pequeña de lo que está sucediendo, tu capacidad para ver todo el panorama se reduce y la certeza de tener la razón aumenta.

Supongamos que te encuentras con un tigre en la naturaleza. Seguramente no vas a detenerte a oler el pasto o preguntarte de qué dirección vino el tigre. Todo tu sistema se enfoca en cómo escapar o cómo matar al tigre antes de que te mate. En esa situación no hay lugar para nada más que certeza y acción.

Hoy en día, la mayoría de nosotros no estamos enfrentando tigres en nuestra vida cotidiana, pero nuestros cerebros aún registran posibles amenazas de manera similar. Si llegas a casa después de un día agotador y estresante y tu pareja está molesta porque olvidaste comprar los comestibles, por ejemplo, esa queja puede sentirse casi tan amenazadora como la visión del tigre, por lo que podrías reaccionar como si estuvieras luchando por tu vida.

Identifica tus desencadenantes

Uno de nuestros desafíos como individuos es identificar los desencadenantes particulares que nos llevan a luchar, huir, congelarnos o complacer cuando enfrentamos un posible conflicto. ¿Hay ciertos tipos de preguntas, tonos de voz, acusaciones o dinámicas que tienden a ponerte en modo de alerta máxima?

Imagina que hay dos interruptores que controlan cómo escuchamos, comprendemos y respondemos. El primer interruptor enciende una luz suave y cálida, y se llama “conexión”. Cuando está encendido, realza los otros colores de la habitación y nos hace sentir abiertos y receptivos. El segundo interruptor enciende una luz roja intensa y se llama “protección”. Proyecta una sombra temerosa y enojada sobre todo en la habitación.

¿Qué activa tu “interruptor de protección” y cómo puedes indicarte a ti mismo que es hora de volver a encender el de conexión?

Aprende a calmarte

Una de las habilidades de amor más importantes que enseño en mis clases de relaciones es el arte de calmarse uno mismo. A veces, las parejas se sorprenden al descubrir cuánto trabajo para mantener una relación saludable y duradera comienza con trabajar en uno mismo.

La capacidad de calmarnos a nosotros mismos nos permite tranquilizarnos hasta que la intensidad emocional de la situación disminuya. Una vez que estamos en un estado mental más tranquilo, se vuelve más fácil escuchar a nuestra pareja y responder sin ponernos a la defensiva. Recuerda, nadie puede hablar de manera justa ni escuchar con claridad cuando está afectado por un desencadenante.

Existen muchas formas de tranquilizarse a uno mismo/a, ya sea practicando respiraciones lentas en el momento, tomando un descanso de cinco minutos de la conversación para relajarse, o simplemente identificar cualquier pensamiento negativo exagerado que inunde tu cabeza y reemplazarlo por pensamientos más realistas.

Prueba decirte a ti mismo/a: “Si pudiera mostrar curiosidad hacia el problema de mi pareja en lugar de ponerme a la defensiva, ¿qué podría descubrir acerca de sus necesidades o perspectiva?”

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La conclusión

La defensividad implica utilizar una mentalidad de lucha o huida en una situación que realmente requiere conexión e intimidad. La persona que plantea el problema generalmente solo necesita consuelo, apoyo o validación de que sus sentimientos importan, pero cuando se enfrenta a una reacción defensiva por parte de su pareja, normalmente se sienten ignorados o incluso retaliados. A medida que ambas personas intensifican el fuego, es fácil que las conversaciones se desvíen.

En cambio, podemos evitar que ese ciclo comience aprendiendo a reconocer y controlar nuestras reacciones defensivas. Cuando podemos dejar de lado nuestras defensas, podemos centrarnos en escuchar realmente las preocupaciones de nuestra pareja e identificar soluciones, en lugar de intentar desafiar o escapar del problema.