Lo que le falta a la conversación sobre el biohacking, según un médico enfocado en la longevidad
Lo que le falta a la conversación sobre el biohacking, según un médico especializado en longevidad
Vivimos en un mundo enamorado de las perspectivas de la tecnología. Camine por cualquier laboratorio de longevidad y verá a científicos dejando meticulosamente líquidos en placas de Petri, maquinaria zumbando en el fondo para analizar nuestros genes y descifrar nuestro destino biológico. Desde el descubrimiento de células madre capaces de regenerar tejidos dañados hasta las maravillas de la edición génica CRISPR para reescribir los planos mismos de la vida, el progreso que hemos logrado en la investigación científica no es solamente notable; es revolucionario.
Este enfoque en lo empírico y lo cuantificable ya ha ampliado nuestra comprensión del cuerpo humano de formas anteriormente consideradas ciencia ficción. Los futuristas especulan sobre cómo la biotecnología nos permitirá vivir vidas más largas y saludables, incluso apuntando al objetivo impensable de detener el envejecimiento por completo. Nos hemos enamorado de la maquinaria molecular que nos mantiene funcionando, y con razón. Estos descubrimientos prometen extender nuestras esperanzas de vida más allá de las expectativas actuales.
Pero, ¿qué pasaría si te dijera que la clave para desbloquear el potencial último del rendimiento humano y la longevidad solo a veces se encuentra en los confines de laboratorios estériles o en medio de líneas de código informático? ¿Qué pasa si el próximo avance revolucionario se encuentra en un espacio alejado de pipetas, placas de Petri y tubos de ensayo, un espacio que ha estado con nosotros todo este tiempo pero aún no ha sido completamente reconocido por la comunidad científica?
Creo que el próximo capítulo en la épica saga de la longevidad humana y el rendimiento no se trata solo de descifrar el código genético o dominar los rompecabezas moleculares de nuestras células. Se trata de descifrar el código espiritual dentro de cada uno de nosotros.
Por qué necesitamos integrar la espiritualidad en la ciencia de la longevidad
En el mundo actual, a menudo escuchamos que la ciencia y la espiritualidad son dominios mutuamente excluyentes. La ciencia se ve como la búsqueda de hechos empíricos que explican el mundo natural a través de teorías comprobables. Por otro lado, se considera que la espiritualidad es el dominio inmedible y subjetivo, que trata de preguntas existenciales y experiencias intangibles. Sin embargo, cada vez más, la investigación muestra que incorporar elementos espirituales en nuestras vidas puede afectar significativamente nuestro bienestar, nuestra longevidad e incluso nuestra biología molecular.
Para explorar por qué, tomemos un momento para reflexionar sobre nuestra esencia misma. Estamos compuestos de los mismos elementos: carbono (C), nitrógeno (N) y oxígeno (O), que han dado origen al universo. Estas moléculas, que fluyen por nuestras venas, han sido recicladas a través de todas las formas de vida, tanto orgánicas como inorgánicas. Esto es un testimonio de nuestra interconexión y nuestra divinidad inherente. Sin embargo, a medida que evolucionamos como cuerpo físico, desarrollamos un sistema nervioso protector, dando origen a la Red de Modo Predeterminado (DMN), que a menudo nubla nuestra percepción, haciéndonos olvidar nuestra naturaleza divina.
La DMN es un aspecto primitivo de nuestro cerebro y sistema nervioso, y su papel principal es mantenernos seguros y ayudarnos a sobrevivir. Esta DMN está programada en su mayoría antes de los 10 años de edad, antes de que tengamos pensamiento consciente. Y está principalmente programada por todo y todos a nuestro alrededor: las señales epigenéticas de nuestros padres, los medios de comunicación, los maestros y la sociedad. Es un modo de piloto automático que se encarga de la supervivencia. Pero aquí está el truco: este piloto automático tiene una mente propia y solo a veces es útil. Puede quedar atrapado en bucles de pensamientos negativos, estrés o incluso viejos traumas.
La DMN, con sus programas obsoletos, puede mantenernos en un estado perpetuo de estrés, lo que a su vez desencadena una respuesta llamada Respuesta Transcripcional Conservada a la Adversidad (CTRA). La activación crónica de este patrón se ha asociado con numerosos problemas de salud, incluyendo enfermedades inflamatorias, tumores y susceptibilidad a infecciones virales.
Esta relación entre la DMN y la CTRA demuestra por qué necesitamos combinar la ciencia de la longevidad con el arte de vivir.
Cómo se ve la DMN en la práctica
Como alguien que nació como refugiado en barco de Vietnam y fue acosado y ridiculizado mientras crecía, fui programado subconscientemente para buscar validación de fuentes externas. Esta programación finalmente llevó a un completo colapso de mi salud mental y física. Mi DMN había creado una corriente subyacente de estrés que se manifestó como hipertensión, diabetes y dependencia de medicamentos recetados.
No fue hasta que me sumergí en las enseñanzas de figuras espirituales y estudios científicos que tuve mi renacimiento, mi despertar. Una vez que empecé a ver mis experiencias pasadas no como cargas, sino como escalones, mi DMN comenzó a cambiar. También me encontré con investigaciones que sugieren que mis problemas con el peso, la diabetes y la presión arterial alta no eran simplemente resultado de la casualidad, sino una orquestación de mi DMN para mantenerme atado a mis traumas pasados.
Mi vida dio un giro transformador cuando exploré la espiritualidad y la ciencia lado a lado. Cuando me di cuenta de que mi DMN me tenía cautivo, cuestioné su autoridad. Aprendí a reescribir mi narrativa interna y crear una armonía biológica y espiritual.
La armonía entre la mente, el cuerpo y el espíritu no es solo una retórica poética; es una fórmula respaldada por la ciencia para la longevidad.
Cuando desentrañamos nuestro propósito, que resuena con nuestra alma, silenciamos el ruido continuo creado por nuestro DMN. Nuestros telómeros, esos relojes biológicos en los extremos de nuestros cromosomas, parecen avanzar más lento, brindándonos tiempo extra en este plano terrenal. Un propósito más significativo que nosotros mismos, una impulsión espiritual, se convierte en el elixir supremo para una vida saludable.
La armonía entre la mente, el cuerpo y el espíritu no es solo una retórica poética; es una fórmula respaldada por la ciencia para la longevidad y el rendimiento. Por ejemplo, la investigación demuestra la correlación entre las prácticas conscientes y el aumento de la resiliencia, y la disminución de la depresión y la ansiedad.
Así que aquí estamos, parados en la intersección de la ciencia y la espiritualidad, un cruce que parecía impensable hace unas décadas. Pero la evidencia está aquí y es abrumadora: tu verdadero ser, tu esencia espiritual, no es un concepto abstracto y “bueno para sentirse bien” limitado a debates filosóficos o círculos new age. Es una realidad respaldada científicamente, que prolonga la vida y mejora el rendimiento. Los estudios demuestran que alinearse con tu yo espiritual no solo puede mejorar el bienestar mental, sino que también puede tener efectos profundos en la salud física. Puede silenciar los genes CTRA que desencadenan una inflamación dañina y frenan la respuesta inmune, ayudándote no solo a sobrevivir, sino a prosperar en el sentido más profundo. Es este tipo de no solo sobrevivir, sino prosperar, lo que exploro en mi libro Thrive State y lo que hablaré extensamente en mi próximo Thrive State Summit.
Mientras contemplamos nuestras búsquedas de longevidad y rendimiento, creo que debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Estamos persiguiendo estos ideales impulsados por nuestros egos y el DMN, que sabemos que puede activar el CTRA? ¿O los buscamos desde un lugar de reconocimiento de nuestra divinidad inherente, con el objetivo de elevar la vida para todos? Esta distinción es fundamental. No se trata solo de lo que estamos haciendo, de quiénes nos estamos convirtiendo o de cómo lo estamos logrando. Se trata del “por qué”. Nuestras motivaciones, arraigadas en el ego o la divinidad, pueden influir profundamente en nuestro viaje y sus resultados.
La conclusión
En un mundo frenético en busca de lo próximo en biotecnología, donde a menudo buscamos soluciones externas para problemas internos, tu arma más poderosa contra el tiempo, la enfermedad y los límites mismos del potencial humano no se encuentra necesariamente en una jeringa, una pastilla o alguna tecnología futura de edición genética. Se encuentra dentro de ti.
Tu verdadero poder reside en abrazar tu verdadero yo y proyectar esa resonancia espiritual en el mundo. Y al hacerlo, no solo estás desafiando las medidas tradicionales de la edad, estás redefiniendo lo que significa vivir una vida plena y expansiva, compartiendo tus dones con el mundo para que la próxima generación conozca la verdadera sanación y la vida. Esto es trascendental. Esto es biohackear la inmortalidad.